jueves, 29 de septiembre de 2011

Los desahuciados inmobiliarios españoles miran a Hungría

Los desahuciados inmobiliarios españoles miran a Hungría

En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Cuando Ramón de Campoamor acuño estos versos allá por finales del siglo XIX, Europa no era siquiera una quimera. Dos guerras mundiales habrían de acreditarlo poco después. Faltaban unas cuantas décadas para que se viera el primer atisbo de Unión y otras tantas más para que el proceso de integración europea se acelerara alrededor de la moneda única. Sin embargo, los ripios del poeta español son de los que mejor definen la realidad comunitaria. Es verdad, en el ámbito de la Eurozona “cada uno ve la fiesta según le va en ella”. En tiempos de bonanza, y mientras fluían a las ayudas, la pertenencia y sujeción a normas supranacionales eran casi una bendición para muchos estados. Ahora que pintan bastos se convierten en un obstáculo para el desarrollo de políticas internas. Adiós a la visión a largo con sus renuncias y sacrificios. Bienvenida la necesidad de conquistar el próximo voto. Asimetría interesada se llama esto.
El último ejemplo lo tenemos en Hungría. El pasado mes de mayo, y coincidiendo con su presidencia de turno de la UE, que manda narices, su gobierno anunció lo que parecía ser un acuerdo entre autoridades y banca, nacional y extranjera, para aliviar la situación de los hipotecados en francos suizos del país, dos terceras partes del total, que se dice pronto. Las ayudas consistían en la fijación de un techo de tipo de cambio excepcional para la cancelación total o parcial de la hipoteca en 180 florines, frente a los 220 a los que cotizaba por aquel entonces. Un nivel más cercano a los 150-165 a los que se había cerrado la mayoría de las financiaciones. Suponía una pérdida efectiva por moneda para la banca del 18%, mal menor ante el panorama que se avecinaba. Además se establecían medidas destinadas a favorecer la permanencia de los deudores más apurados en sus viviendas -compra por parte de la Administración y posterior alquiler a los poseedores-, o encaminadas a frenar la ola de desahucios que amenazaba a 100.000 propietarios incursos ya en severos niveles de mora -restricción a la venta por parte de las entidades financieras de los inmuebles adjudicados-. Faltaba su desarrollo parlamentario a la vuelta del verano. (FT, Hungary plan aids mortgage debtors, 31/05/2011).
El problema es lo que ha venido después. Miren este gráfico gentileza de Bloomberg que recoge la relación entre las monedas húngara y suiza en los últimos meses.
Los 220 de finales de mayo se convirtieron en 270 a finales de agosto. Solo la intervención del Banco Central helvético a principios de septiembre, con su infructuoso intento de establecer un límite superior a la relación franco/euro en 1,20 (en la actualidad se encuentra ya por encima de esa barrera), ha permitido reconducir el tipo de cambio hasta los 240 florines. Esta situación ha provocado que, a la hora de pasar de las musas de la imaginación al teatro del escenario legal, cosa que se produjo el pasado lunes, los acreedores se hayan llevado las manos a la cabeza. Importa poco que la restricción a un solo pago limite su efecto pues al limitar sus beneficiarios a aquellos que disponen de liquidez. Gobiernos como el austriaco, cuyas instituciones tienen una exposición a Hungría de 6.000 millones de euros, han decidido apelar a la Comisión Europea y al Tribunal Europeo de Justicia. La AEB local se ha manifestado igualmente en contra y planea apelar a la Corte Constitucional húngara.
Más allá de las justificadas pataletas individuales, es importante entrar en el fondo de la cuestión.
  1. Lo que ha sucedido es la extrapolación por parte de instituciones y particulares de una realidad monetaria excepcional, forzada por un proceso de convergencia cambiaria histórica. La relación actual entre ambas divisas es, probablemente, más acertada. Un error que se ha repetido en todo el proceso de construcción europea, euro incluido. Primera en la frente. 
  2. Se trata de un ejemplo más de lo que comentábamos al principio. Europa ha abierto erradamente la mano en la idea de que “más” era sinónimo de “mejor”. Si dicho voluntarismo hubiera venido acompañado de una integración efectiva en el ámbito político o económico, podría hasta justificarse. Pero al no ser así, la posibilidad de que se abran grietas como éstas es exponencial. Que se lo digan a Grecia y Finlandia, a Dinamarca o a la República Checa.
  3. Apelar a la exclusiva responsabilidad de las entidades a la hora de firmar una hipoteca, es de chiste. “Hora de acabar con la era de los banqueros que ha arruinado Europa”, dice el Primer Ministro húngaro. El éxito de cualquier negocio pasa por maximizar su beneficio en un entorno de competencia. Otra cosa es el desequilibrio entre remuneración a corto y consecuencias a largo que debería acarrear responsabilidades administrativas o, en caso de fraude, penales. Mientras los bancos actúen dentro de los límites fijados por la norma y el supervisor poco hay que decir. Y más con la obligación que hay en España de intervención de un fedatario público, lector forzoso del contrato (FT, EU urged top robe Hungary mortgage move, 27/09/2011).
  4. Acabo. Dicho esto, es hora de cambiar la ley hipotecaria para establecer como excepción la “responsabilidad universal por las deudas con todos los bienes presentes y futuros” que consagra el 1911 del Código Civil. No solo para las nuevas hipotecas sino también para aquellos que quieran modificar las condiciones del contrato y establecer ex novo dicha cláusula asumiendo su impacto en tipos e importe (VA, Querida Espe, así no, 11/05/2011). Es verdad que se trata de una norma de derecho consuetudinario, práctica habitual, pero no es menos cierto que la expresión individualizada de las consecuencias de su voluntaria asunción habría evitado gran parte de la polémica actual, ¿no creen?
Articulo extraido en su totalidad del blog de S. McCoy  en cotizalia




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